Estaban conversando
dos amigos, Juan y Pedro. Juan, el más atlético se reía del aspecto físico de Pedro.
Pedro mirándole a su amigo le dijo: "Puede que seas muy veloz, pero estoy
seguro de poderte ganarte en una carrera”. Sorprendido, Juan aceptó el reto. Se
pusieron de acuerdo y llegó el día de la
carrera y mientras Pedro no dejaba de trotar y correr, Juan corrió rápidamente y al ver
seguro su triunfo decidió parar a conversar y reírse con unos amigos. Poco
después, pasó la clásica historia de la liebre y la tortuga, es decir por
descuido y pensar que ya era suya la carrera terminó ganando Pedro.
Si eso lo
llevamos a nuestro día a día diremos que la lección es que la carrera del
emprendedor, del empresario, es una
maratón, no una prueba de velocidad. No existen atajos ni fórmulas mágicas para
llegar a la meta; sólo aquel perseverante y trabajador es el que consigue
triunfar en el mundo de los negocios. No intentes saltarte etapas ni buscar el
éxito fácil; la única receta es el trabajo duro con actitud y unos ingredientes
más. Y además: nunca dormirnos en nuestros laureles y zona de confort. No
sabemos cuándo un competidor, por más chico que parezca, pueda superarte y
ganar a los consumidores.
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